Supe que era un apagón nacional a las pocas horas, porque ser periodista te da la ventana de estar informado en todo momento, además para mí beneficio tenía un teléfono nuevo y le duraba la batería dos días.
Los dos primeros días del apagón vi historias en mi propia comunidad; gente compartiendo hasta el hielo y pues eso lo escribía para el medio que trabajaba. Lo que más me gustó es que la gente se alejó de las redes sociales y pese a todo lo malo existían las ganas de ayudar a sus amigos, vecinos y hasta a los desconocidos.
Vivir en la Península de Paraguaná para ese momento tenía sus beneficios, funcionó la termoeléctrica Josefa Camejo, esa a la que nadie le tenía fe encendió los tres municipios de Paraguaná y funcionamos como una isla en el segundo día del apagón nacional.
Me tocó monitorear y escribir todo lo que pasaba en el estado Falcón, ya que la otra corresponsal estaba en Coro, la capital de la región que estuvo, al igual que el resto del país, casi una semana sin luz.
Fueron días rudos, oscuros y aunque no vivía en Coro y en mi casa había luz, me tocó moverme a esa ciudad por varias horas todos los días para contar cómo se vivía el apagón nacional.
Recuerdo mucho trabajo, silencio y solidaridad, céstas dos últimas que poco se ven en este tiempo.