No es la primera vez que hago el ejercicio de intentar recordar cómo viví El apagón. Sin embargo, por cuenta propia, se me hace muy difícil encontrar mayores detalles en mi memoria. Debo admitir que, leyendo los mensajes anteriores, puede traer a la luz algunos fragmentos de mi vivencia de este suceso.
No sé el día ni la hora exacta en la que comenzó todo. Tampoco cuándo acabó. En marzo de 2019 recién había terminado mi segundo semestre de la universidad, así que estaba de vacaciones. Según comentó Abelardo más arriba, en Ciudad Guayana, donde vivo, la electricidad se cortó en la mañana. Así que probablemente estaba durmiendo.
La vida en este tiempo se se redujo a lo primario: sobrevivir. Lo poco que teníamos en la nevera que se podía dañar lo cocinamos en casa de una vecina que tenía gas. Los otros días ella nos compartió de lo que preparaba. Gastar agua era un lujo. Durante el día leíamos y por las noches charlábamos. Una noche la pasamos en la casa de mi abuela. Quizás ese sea el único recuerdo vívido de ese tiempo. Recuerdo estar junto a ella, mi mamá, mi tía y algunos vecinos sentados en el jardín del edificio. Recuerdo mirar al cielo y encontrarme con tantas estrellas que hasta me pareció bonito.
En mi ciudad no duró muchos días. Tengo la percepción de que fueron menos de cuatro. Cuatro días de mucha angustia y desconcierto. Por los alimentos, por el agua, por el dinero en efectivo que se acababa, por los familiares con los que no podíamos comunicarnos. Porque todos alrededor se sentían así y daba miedo.