-Perdón que me demoré, es que se fue la luz y tuve que bajar por las escaleras.
Le dije a mi mamá y a mi hermano que me esperaron unos minutos, más de lo habitual, para irnos todos a casa.
Recuerdo que por donde pasábamos todo estaba a oscuras, se nos hizo raro. Hasta que descubrimos que se trataba de un apagón nacional.
Los primeros días, sin luz, no fueron tan difíciles, nos dedicamos en su mayoría a leer, jugar cualquier juego de mesa disponible y comer (agradecimos tener una cocina a gas). Se sentía como una especie de retiro espiritual, nada de aparatos electrónicos.
Creo que lo difícil llegó los siguientes días, cuando pasaba el tiempo y de las llaves no salía ni una gota de agua. Eso fue lo complejo.
Fueron al menos dos o tres semanas sin agua, sin haber tomado ningún tipo de previsión.
Mi edificio cuenta con un pozo que la almacena, pero por supuesto sin bomba, por lo que tuvimos que bajar a buscarla en tobos y llevarla hasta el piso 7.
Era hacer la cola inmensa, ayudar a sacar el agua del pozo, cargar los tobos y llevarlos a la casa, con un dolor en el pecho por cada gota que se derramaba en la subida (que era inevitable).
Así es como recuerdo mi tiempo en el apagón, entre risas, juegos y tobos de agua.