Estaba en la sala de mi casa conversando con un amigo de la facultad. Le estaba mostrando las fotos de un perrito que acababa de rescatar de las calles. Primero hubo una fluctuación, la luz parpadeó titilante hasta apagarse. Eran como las 4 de la tarde. Mi amigo maldijo a Hugo Chávez, como de costumbre cada vez que se iba la luz, cosa frecuente en Mérida, y yo me uní mentalmente a la maldición. Él se fue y yo tomé un libro que estaba leyendo en ese momento, aprovechando la poca luz natural que quedaba. Pasaron las horas y la luz no volvió. Yo seguí leyendo con una vela.
Pasaron los días y me refugié en el libro. Iba a la clínica veterinaria donde estaba Bingo, el perrito que había rescatado y que después se convertiría en un miembro más de mi familia, y leía durante la visita. Bingo comía lo que le llevaba y yo leía. Leía y pensaba. Pasaron más días y el miedo poco a poco me fue invadiendo. Sentí ansiedad, pero no dejé de leer. Bingo y aquel libro se habían convertido en mi refugio.
Supe que la luz había llegado como al octavo día de haberse ido. Lo supe porque escuché un ruido esa mañana. A las 5, tal vez. Era mi tía que se secaba el cabello; el ruido del aparato me despertó. Pensé que era un sueño al principio, pero terminé de abrir los ojos y vi un destello muy tenue que venía del segundo piso, allí donde está el apartamento de mi tía. Confirmé el ruido del secador.
Lo primero que hice fue tomar el libro para leer otra vez su prólogo. El libro es “Colapso: por qué unas sociedades perduran y otras desaparecen”, de Jared Diamond.