Debate “Así viví el apagón”

Mostrando 26 respuestas a los debates
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    • #22332
      Reinaldo Cardoza
      Participante

      En marzo de 2019, tuvo lugar en Venezuela una caída generalizada del servicio de energía eléctrica que afectó por varios días la mayor parte del territorio nacional. A este evento se le conoció como “El apagón”. Cuéntanos cuál es tu versión de esa experiencia: ¿dónde estabas?, ¿qué estabas haciendo en el momento en que el país se apagó?, ¿cuándo te enteraste de que se trataba de una falla nacional?, ¿cómo viviste esos días?, ¿cómo lograste sobrellevar las dificultades que se fueron presentando (con las compras, con los servicios, con los alimentos)?

      Si no estabas en Venezuela, cuéntanos: ¿cómo te enteraste?, ¿qué hacías?, ¿te preocupaste por tu familia?, ¿pudiste comunicarte con ellos?

      Para que veamos que cada versión de esta experiencia es diferente, no dejes de leer las respuestas al debate de tus compañeros; y no dejes de comentar las versiones que sean similares o diferentes a la tuya.

      ¿Qué esperas? ¡Participa en el debate!

       

       

    • #22949
      Irene Cuello
      Participante

      Así viví el apagón

      Fueron 4 días bastante insoportables, siempre a la espera de que todo se arreglara, sin noticias veraces sobre lo que estaba pasando.
      Nuestra cocina es eléctrica y estábamos en casa mi hija y su pequeña de solo un año la solidaridad de los vecinos nos ayudó a sobrevivir, compartimos comida, agua, angustias pero también, risas, cuentos y nos ayudó a conocer mejor a nuestros vecinos, pudimos ir pasando de la angustia a la rabia, a la aceptación y por fin a la celebración, eso sí, creo que jamás podré entender como un país tan rico pudo pasar por algo así y que todavía después de 4 años muchos sectores siguen sufriendo las consecuencias de la ineptitud

    • #24048
      Erika Roostna
      Participante

      Supe que Venezuela quedó a oscuras por algunos días y me transportó a las angustias de años atrás. La indolencia del gobierno, el caos en que se estaba convirtiendo mi país, la decisión de emigrar.
      Hay cosas que ya no entiendo, que ya no puedo imaginar como una cotidianidad, pues el tiempo y la distancia dan otras perspectivas sobre los infiernos propios y ajenos. Desde lejos cambié mis angustias pasadas como las de vivir sin agua y luz, por otras, como batallar aprendiendo una nueva cultura y tratar de acostumbrarme a temperaturas infrahumanas.
      Solo espero que Venezuela pueda, algún día, ganarle la batalla a los demonios que la han metido en tales oscuridades.

      • #26008
        Danitza Suárez
        Participante

        La solidaridad vecinal fue la clave en muchos lugares para superar este trance.
        Muy de acuerdo contigo…. ¿Cómo un país con los recursos de Venezuela pasa por esto?

    • #24055
      Dubraska Lanza
      Participante

      -Perdón que me demoré, es que se fue la luz y tuve que bajar por las escaleras.
      Le dije a mi mamá y a mi hermano que me esperaron unos minutos, más de lo habitual, para irnos todos a casa.
      Recuerdo que por donde pasábamos todo estaba a oscuras, se nos hizo raro. Hasta que descubrimos que se trataba de un apagón nacional.

      Los primeros días, sin luz, no fueron tan difíciles, nos dedicamos en su mayoría a leer, jugar cualquier juego de mesa disponible y comer (agradecimos tener una cocina a gas). Se sentía como una especie de retiro espiritual, nada de aparatos electrónicos.

      Creo que lo difícil llegó los siguientes días, cuando pasaba el tiempo y de las llaves no salía ni una gota de agua. Eso fue lo complejo.
      Fueron al menos dos o tres semanas sin agua, sin haber tomado ningún tipo de previsión.
      Mi edificio cuenta con un pozo que la almacena, pero por supuesto sin bomba, por lo que tuvimos que bajar a buscarla en tobos y llevarla hasta el piso 7.
      Era hacer la cola inmensa, ayudar a sacar el agua del pozo, cargar los tobos y llevarlos a la casa, con un dolor en el pecho por cada gota que se derramaba en la subida (que era inevitable).

      Así es como recuerdo mi tiempo en el apagón, entre risas, juegos y tobos de agua.

    • #24064

      Recuerdo haber dicho en voz alta a mí mismo –porque no había más nadie en el carro–, “Que raro otra vez la radio fallando, ¿pero qué no falla en Venezuela?, cuando en plena cola de la autopista las voces de la radio fueron sustituidas por ruidos de estática. Luego de varios intentos me percaté que no solo era esa emisora la que se silenció, sino prácticamente todas. Al rato, algunas funcionaron de nuevo solo para anunciar que había un apagón generalizado en varios estados del país.

      Intentando llegar a casa, la señal del celular era inexistente. La frustración por no poder comunicarme con mi familia para ver si estaban bien fue inmensa. No sabía qué hacer: sin novedades de ellos y sin casi conocimiento de lo que ocurría. Ya en casa, mi creencia era que a mas tardar el día siguiente, la situación se normalizaría. “Que iluso”, pensé. Las horas fueron pasando y todo seguía igual. A todo esto le tengo que sumar el estrés de de querer comunicarme con personas que estaban fuera del país sin poder si quiera enviar un mensaje para decir que todo estaba bien. Era como estar a ciegas. Esa fue una de las primeras veces que en verdad me percaté de lo condicionada que está nuestra vida a la tecnología. }

      Los siguientes días no fueron fáciles, pero gracias a un vecino que tenía planta eléctrica pudimos sentirnos, al menos por unas horas, normales. Cosas tan básicas como cargar el teléfono se convirtieron casi en un milagro. Sin aquellos vecinos no sé qué hubiera sido de nosotros. Juegos de mesa, pláticas de temas variados y, pues claro, mentadas de madre a la situación que vivíamos, fueron los protagonistas de aquel apagón.

      De todo esto al menos puedo decir que supe valorar aquellas pequeñas cosas que parecen insignificantes. Pero, también debo decir que luego de conocer todas las dificultades que muchos venezolanos vivieron, espero que no se repita.

    • #24075
      María Pilar García
      Participante

      -Se fue la luz¡ grité a mi esposo. No era nada extraordinario pues en esos días la luz se iba y venia con frecuencia. Corrí a bajar los “brakes” de la nevera, no fuera que se echara a perder, como había ocurrido un año antes, debido a los cambios fuertes de voltaje y la ausencia de un protector. Me imaginé que la obscuridad duraría apenas unas horas. En la noche, prendí velas y dado que ni siquiera tenía señal en el celular y me quedaba muy poca batería en la computadora, conversé animadamente en la penumbra con mi esposo, lo cual también tiene su encanto. Me fui a dormir, no sin antes dejar lista la olla con agua y la manga de café, confiando que en la mañana prendería la cocina eléctrica y disfrutaría del ansiado cafecito. Pero !oh sorpresa¡ al levantarme cuasi-zombi a preparar el café, no había agua en el grifo ya que la bomba arranca con electricidad ni la cocina eléctrica funcionaba. Como no teníamos señal de internet en ninguno de nuestros celulares ni tampoco radio con baterías, no nos habíamos enterado de la magnitud de la falla. Al bajar donde la conserje con café y azúcar en mano para que me permitiera usar su cocina de gas, me enteré por la radio que el apagón era a nivel nacional y que podríamos pasar varios días a oscuras. La solidaridad de la conserje y de nuestros vecinos que disponían de cocina de gas fue muy conmovedora. Ese segundo día se fue en cargar agua en tobos desde el estacionamiento donde había un grifo que fluía dada la pendiente además de subir y bajar y volver a subir y bajar donde la conserje para comer unas arepitas que nunca me supieron tan sabrosas. Las arepas y el café de ese segundo día fueron un regalo solidario de la conserje; el tercer día de nuestros vecinos; los días siguientes, tomé las riendas y me encargué de preparar las arepas y el café . Era lo mas fácil de comer en estas circunstancias, no teníamos agua para lavar los corotos y, además, temíamos que el queso y jamón se echara a perder dada la falta de congelación. Después de unos seis o siete días sin luz, ni agua, ni internet que nos parecieron infinitos, casi sin noticias sobre el futuro de la luz y habiendo terminado mi libro de lectura que me acompañaba en las horas de luz diurna, me deprimí profundamente y empecé a buscar la manera de adelantar el viaje que tenia previsto para España. ¡No aguantaba mas y se me había acabado la esperanza¡ Nos fuimos a la autopista a la altura de Las Mercedes donde se conseguía señal de internet y me comuniqué con mis hijas que viven en el exterior, como miles de venezolanos, para que me buscaran un pasaje que me salvara de esta pesadilla. También concluí que debía poner una cocina a gas cuanto antes, pero entonces comenzó la odisea de la falta de gas..esa es otra historia .

    • #26007
      Danitza Suárez
      Participante

      EL DIA QUE EL PAIS SE APAGÓ

      Me doy cuenta que haciendo este ejercicio de memoria, mi cerebro debió esforzarse en buscar los recuerdos. Creo que he querido olvidar tanto pesar innecesario siendo el país tan rico en recursos que somos. Como vivía en el interior (en Mérida para ser exactos) los apagones eran algo cotidiano. Sin embargo, comenzamos a percatarnos que esta vez fue en toda la ciudad y luego comenzamos a enterarnos que era cada vez más extendido en los estados del país. Me esforcé en comunicarme con mis viejos, que viven el el Táchira, al recibir un texto que estaban bien, todo se volvió más tranquilo. Luego mis hermanos en el extranjero hicieron lo propio para ubicarnos.

      Nos sentamos a conversar los vecinos por largo rato en el piso 8 donde viviamos, y la noche iba entrando entre los cuentos. Como fui formada en búsqueda, salvamento y rescate de un grupo voluntario, en mi apartamento teniamos una buena reserva de agua, linternas, fósforos para la cocina y bombillos inteligentes en cada lámpara siempre con carga. Como en cada apagón, mi hijo y yo practicamos el uso racional, sin saber que serían tantos dias. Para evitar usar toda el agua, bajabamos a bañarnos donde vecinos de los pisos bajos y dedicamos el agua en el apartamento a la cocina, WC y aseo personal simple.
      El dia dos fuimos a algún Centro Comercial a comer algo, que aún tenia planta eléctrica, en nuestro afán de engañar a la mente fingiendo normalidad.
      Hicimos lecturas pendientes, jugamos ajedrez y cartas, vimos películas en laptop. Meditamos, hicimos nuestro ejercicio cotidiano… y observamos como todo estaba paralizado entre la frustración, el miedo, la rabia. Las noches siempre generaban angustia, y alli en nuestro pequeño “Olimpo” pudimos ver más de una noche el cielo estrellado que nunca vimos en la ciudad, oscura a nuestros pies, como nunca habia estado.
      La última noche la recuerdo como la más oscura, pues ya pocas plantas se encendian, entendiendo que esto ya estaba muy largo.

      Danitza Suárez Salas

    • #26013
      Maen Puerta
      Participante

      Maen Puerta
      En tiempos de las Cavernas

      En Mérida es común que la energía eléctrica falle, los citadinos estamos tan acostumbrados que hay hasta una cierta aceptación, pero en el mes de marzo de 2019 la costumbre se volvió incertidumbre, colapso y angustia, este apagón afectó a 22 estados en su primer momento, pero luego también afecto al todo el territorio nacional, fueron tres días continuos sin el servicio. Se abrió una compuerta que comenzó a mostrar todas las carencias de los individuos de una sociedad, que ya estaba golpeada con las faltas en cuanto adquisición de alimentos, ausencia de servicios públicos y este caso la desconexión sobre todo de las líneas de telefonía móvil y el internet, aspecto crucial por la necesidad de comunicarte con tus familiares , tener cargados los aparatos para saber como estaban.
      En nuestro edificio estaba dañado el ascensor, tenía varias semanas así en la espera de un repuesto para su reparación, esto podría ser un incidente “normal” dentro del mundo de los objetos, pero cuando tienes personas de avanzada edad enfermas que dependen de estos aparatos para su desplazamiento o el de las personas que colaboran en su subsistencia, la situación se vuelve porosa, se ausenta la armonía y el caos se hacia presente.
      Recuerdo dos casos que marcaron mi experiencia con este apagón en el área de la salud: el primero una abuela vecina del quinto piso a quien los bomberos le traían, una planta para servir un aparato que la ayuda con su problemas de salud algo que le era útil, comprensible y sencillo, pero para su familia y parte de los vecinos se transformo en una verdadera odisea. El segundo caso, fue el de una compañera de trabajo en la Universidad
      que también tenía un padecimiento de salud que requería que los medicamentos de su tratamiento se conservaran en frio, no alcanzó el hielo que tenía la gente cercana: la solidaridad de vecinos, amigos la ayudaron, ni negocios amigos que por ratos le prestaron sus refrigeradores, las plantas comenzaban a fallar y su tiempo también, La caverna se hizo presente…

    • #26022
      Moiselis Méndez
      Participante

      Gracias a Dios,

      En aquel entonces mi mayor preocupación eran las tareas que debía entregar a la universidad. Esa semana tenía pendiente varias asignaciones y sin mucha mente, agarré una vela y destiné la poca batería que le quedaba a mi computadora para avanzar en lo pendiente, cosa que duró a penas unas horas. Sin embargo, aquel cruel episodio nos unió como familia. Para distraernos, pasábamos las tardes en el parque y de noche nos acostábamos temprano, mi madre montó unas valientes caraotas que aguantaron 3 días fuera de la nevera a punta de recalentado y desempolvé los libros que tenía por leer.

      En mi caso, pudimos sacar belleza en medio del caos.

    • #26023
      Luis Ferrer
      Participante

      Recuerdo el apagón como uno de los mayores eventos generadores de angustia en los últimos veinticinco años y eso que hemos vivido muchos.
      Como veníamos del trauma de los días de escasez, en mi casa teníamos el congelador lleno de carnes y pescados. Aparte de que viviamos la época en que no se conseguía gas doméstico.
      Nosotros estàbamos en el último piso del edificio y teníamos una bombona recién bachaqueada. Cuando nos dimos cuenta de que la situación iba para largo, empezamos a cocinar todo lo que teníamos e invitamos a vecinos a comer, quienes también trajeron comidas. Fue una especie de Festín de Babette bolivariano y tercemundista, pero nos ayudó a mantenernos distraídos y a compartir las penurias de la falta de electricidad.

    • #26027
      Eloy Romero
      Participante

      Crónicas tercermundistas. Capítulo 1000: Una semana complicada

      Cuando ocurrió el apagón nacional recuerdo que estaba cursando mi último año de bachillerato en el estado Anzoátegui. De hecho, precisamente estaba terminando de pulir los detalles finales de mi trabajo de investigación sobre los tipos de rocas y minerales de Venezuela. Esta asignación valía 6 puntos en la calificación total de la asignatura de Ciencias de la Tierra.

      En casa, mi familia y yo pensamos que sería algo pasajero, pero al transcurrir los días, esa idea se desvaneció por completo. En un abrir y cerrar de ojos, ya habían transcurrido 96 horas; nuestros dispositivos móviles tenían menos de 12% de batería, a pesar de que los hubiésemos puesto en modo ahorrativo, y por el grifo no salía agua. –“Bueno, supongo que esta semana será complicada”, pensé para mi mismo, mientras jugaba dominó junto a mi familia en la sala de la casa, con una velita como única fuente de luz.

      Por otro lado, la comida de la nevera se estaba empezando a descomponer o, al menos eso parecía por el olor que emanaba de la nevera. Sin embargo, lo más difícil fue, sin duda, no poder comunicarnos con nuestros abuelos (tanto mi hermana como yo, rezamos mucho por su salud en las noches, ya que mi abuelo estaba recién saliendo de una operación de columna vertebral).

    • #26573
      Abelardo Rojas
      Participante

      ¡72 horas a oscuras! El apagón en Ciudad Guayana
      Ocurrió en marzo de 2019, para ese entonces yo estaba meses de concluir mis estudios de bachiller. Recuerdo que estaba en mi salón de clases y de pronto, todas las luces y equipos se apagaron. Eran las 9 de la mañana y no le di mayor importancia, pues, los fallos son recurrentes en ciudad Guayana.
      No obstante, hacia las 12 del mediodía, al tomar el bus de regreso a mi hogar, la atmosfera era distinta. A medida que el bus avanzaba, veía como todos los edificios y hogares a mi alrededor estaban apagados, las calles eran caóticas a falta de semáforos y señales de tránsito. La gente murmuraba que se trataba de un mega apagón. Rápidamente revise en mi celular en vano, pues la señal se había ido y no podía llamar a nadie. Al bajar en mi hogar encontré el caos. Pues el agua se había ido y no contábamos con velas o medios alternos para valernos durante la noche.
      A las 6 de la tarde, la situación se empezó a volver crítica, ya que la gente a falta de agua, nos vimos forzado a recurrir a medidas extremas. Los vecinos de mi comunidad recurrieron a un tubo de aguas blancas ubicado en las inmediaciones de las cancha del sector, confiando que es “agua de manantial” que fluye de una vena cercana.
      Pese al sentimiento colectivo de misterio y desesperación, la noche fue relativamente tranquila, pero infernalmente calurosa e incómoda. Los pocos alimentos que teníamos guardados en la nevera tuvieron que consumirse rápidamente, pues, corríamos el riesgo de que se dañaran. El siguiente día, no fui al colegio, nadie en el sector fue a trabajar. No había razón para irse de la casa, salvo para buscar agua u otros suministros.
      La falta de luz obstaculizaba la compra y venta de alimentos, así que tuvimos que disponer de las divisas y prestamos de efectivo para adquirir productos no perecederos.
      El segundo día pasó sin más, comunicándonos entre los vecinos e intercambiando productos. En mi hogar la escasez de agua no nos permitía ir al baño con regularidad ni lavar ropa o utensilios.
      Afortunadamente, al arribar a la tarde del tercer día, se empezaron na registrar sectores que recuperaron el servicio momentáneamente. Dedole a mi familia esperanza de que se solucionara el problema y efectivamente, en horas de la noche de ese tercer día, el servicio volvió de forma más estable. Fue allí cuando pudimos bañarnos, lavar y recargar celulares y equipos electrónicos.
      No obstante, rápidamente nos enteramos de los estragos que nos dejó el corte energético. Los medios reseñaron perdidas millonarias en productos alimentarios, principalmente de carnicerías, heladerías y pescaderías. Mi madre, trabajadora del hospital Guaiparo, se enteró que varias operaciones de urgencia se tuvieron que realizar a la luz de las velas, muestra que otras se tu vieron que reprogramar con consecuencias graves para los pacientes.
      Guayana, como ciudad industrial, perdió valiosos días de trabajo y producción y el apagón ocasionó la perdida de varios equipos de gran valor. Mientras que muchos habitantes quedamos profundamente afectados por la pérdida de varios electrodomésticos.

    • #26574
      Néstor Valbuena
      Participante

      Particularmente el apagón en Maracaibo daba indicios y señales desde temprano en aquel momento de Marzo, en aquella tarde yo estaba en el metro yendo desde la clínica hasta mi residencia, cuando al final del recorrido todo se apagó y en cuestión de unas horas las comunicaciones comenzaron a fallar, inicialmente se pensaba que era un corte programado ya que es la constante en la ciudad.

      Durante las primeras 48 horas se empezó a sentir el efecto de la falta de electricidad en los comercios, en el primer momento se pudo sobrellevar la situación con alimentos no perecederos, unas bolsas de hielo para mantener la comida y el agua, en particular en esos dias todos los vecinos de mi calle hicieron una especie de campamento en la avenida, por lo calurosas de las noches.

      en la calle para el momento había niños pequeños, y fueron los más afectados.

      Para el cuarto dia la situación ya era tensa en la ciudad lo que derivo en el malestar de la gente, las escasez de alimentos y los posteriores saqueos a supermercados y comercios que se mantenian cerrados hasta el momento, aquellos episodios generaron un conato de violencia y vandalismo contra algunas tiendas de electrodomesticos, y despúes cuando la electricidad regresó lo hizo de forma intermitente, finalmente después de ese capitulo de más de 100 horas sin luz, vino un incesante esquema de racionamiento en las que solo se contaba con 12 horas de electricidad, ese esquema aún se mantiene pero en menor fuerza que en aquel momento.

    • #26575
      Daiwerlyn Sánchez
      Participante

      Para marzo del 2019 cuando ocurrió “El Apagón” – hecho que quedó recordado de esa forma por los medios nacionales e internaciones – yo tenía 16 años. Recuerdo muy vagamente ese hecho porque cuando hago memoria, solo tengo pequeñas lagunas como la preocupación de mis padres por ver cómo preservaban los alimentos que necesitaban refrigeración, así como también esa ingenua idea de que “ya volvería la luz” puesto que, al estar en Táchira, era algo normal que ocurriera por las fechas, pero, esa llegada no ocurrió hasta cinco días después de aquel 19 de marzo.

      Otra de las cosas que se albergan en mi memoria sobre ese tiempo, era el ver cómo los vecinos de mi urbanización intentaban realizar diferentes actividades para que los más pequeños se distrajeran de la situación, mientras que a sus espaldas solo los mayores se convidaban uno con otros dándose consejos de cómo preservar las carnes con sal, ya que nadie sabía cuánto iba a durar.

      En la actualidad le pregunto a mi mamá y a mi hermana si tienen algún recuerdo de ese tiempo, pero, creo que tanto ellas como yo hemos bloqueado inconscientemente esos recuerdos con respecto a los cinco días sin luz.

    • #26578
      Usuario de Prueba1
      Participante

      Este un mensaje de prueba para verificar el funcionamiento del foro de este curso.

    • #26591
      Isaura Ramos
      Participante

      Apagón, Calor, zancudos y solidaridad.

      Un apagón como el de todos los días en la frontera no sorprende a nadie, se apagó la radio y como de costumbre aprovechamos para hacer otras cosas como reunirnos y revisar la agenda.
      A medida que pasan las horas se conoce que el apagón es nacional, esto pinta muy mal, así que anime al equipo a salir a la calle para conocer las reacciones de la gente y el funcionamiento del hospital.
      En Guasdualito no contar con energía eléctrica afecta el suministro de agua, hace mucho calor y las reacciones de la gente estaban bastante acaloradas.
      Fueron noches largas entre el calor y los zancudos. Durante el día la gente se reunía en los patios de sus casas para sobrellevar las altas temperaturas. La búsqueda de agua y compras nerviosas de agua, velas y alimentos no perecederos marcaban las pautas.
      Para hacer los avances informativos nacionales y cargar el teléfono contaba con un hotel y una clínica de la zona que contaban con planta eléctrica y me permitían conectarme al internet para enviar los reportes de la critica situación que enfrentaban las familias de la frontera.
      Entre las historias que recuerdo de este doloroso episodio esta Dubraska Lezama una joven embarazada que se planifico para dar a luz a su bebé en Arauca Colombia, ya que temía parir en Guasdualito por el asecho de los apagones, no quería que se fuese la luz en medio de su cesárea.
      Lo que Dubraska no se imagino es que el parto se le adelantaría por el apagón, ella dormía en el piso de su casa que era más fresco que la cama, los zancudos la agobiaban y de repente sintió dolores de parto en medio de la madrugada.

    • #26592
      Isaura Ramos
      Participante

      Apagón, Calor, zancudos y solidaridad.
      Un apagón como el de todos los días en la frontera no sorprende a nadie, se apagó la radio y como de costumbre aprovechamos para hacer otras cosas como reunirnos y revisar la agenda.
      A medida que pasan las horas se conoce que el apagón es nacional, esto pinta muy mal, así que anime al equipo a salir a la calle para conocer las reacciones de la gente y el funcionamiento del hospital.
      En Guasdualito no contar con energía eléctrica afecta el suministro de agua, hace mucho calor y las reacciones de la gente estaban bastante acaloradas.
      Fueron noches largas entre el calor y los zancudos. Durante el día la gente se reunía en los patios de sus casas para sobrellevar las altas temperaturas. La búsqueda de agua y compras nerviosas de agua, velas y alimentos no perecederos marcaban las pautas.
      Para hacer los avances informativos nacionales y cargar el teléfono contaba con un hotel y una clínica de la zona que contaban con planta eléctrica y me permitían conectarme al internet para enviar los reportes de la critica situación que enfrentaban las familias de la frontera.
      Entre las historias que recuerdo de este doloroso episodio esta Dubraska Lezama una joven embarazada que se planifico para dar a luz a su bebé en Arauca Colombia, ya que temía parir en Guasdualito por el asecho de los apagones, no quería que se fuese la luz en medio de su cesárea.
      Lo que Dubraska no se imagino es que el parto se le adelantaría por el apagón, ella dormía en el piso de su casa que era más fresco que la cama, los zancudos la agobiaban y de repente sintió dolores de parto en medio de la madrugada.
      Fue trasladada al hospital de Guasdualito en moto, no daba tiempo de llegar a Colombia como lo había soñado. La situación fue bastante complicada por los problemas de la planta eléctrica del hospital que funcionaba a ratos y los pocos médicos que estaban de guardia.
      En medio del apagón nacional nace su primera hija y como el estado Apure fue el ultimo estado en recuperarse del apagón nacional, la beba recién nacida vivió el calor, la humedad y los zancudos junto a su mamita y su hermanito.
      Al observar a la bebé tan tranquila en brazos de su mamá y sus vecinas ayudando y apoyando con lo que podían, me di cuenta que ese apagón se convirtió en un símbolo de resiliencia para Dubraska y su familia.

    • #26597
      Reinaldo Mora
      Participante

      Increíble que han pasado 6 años de aquel largo apagón y lo recordamos como si fuera tan reciente.

      Fue un jueves, estaba saliendo del negocio familiar. Mi papá tuvo que salir a surtir el carro de gasolina y me buscó una tía, quien me dijo que no había luz en ninguna parte. Ese día tenía programa de radio, pero no hubo, no había señal para comunicarme con nadie, todos los semáforos apagados. El silencio era rotundo. Duré varias horas para hacer al menos una llamada y confirmaba que en horas de la noche de ese 7 de marzo de 2019 no había energía eléctrica en varios estados. No pensé que la espera de tener luz nuevamente fuera larga. En los lugares que había planta eléctrica y tenían el televisor puesto solo podían verse dos canales: VTV y Tves. Ambos hablaban de un apagonazo y que era un “sabotaje eléctrico” en todo el país.

      Afortunadamente teníamos gas y agua, por eso fue un poco más llevadero. Eso sí, gran parte de lo que teníamos de charcutería tuvimos que comerlo con pan antes de que se dañara. Se usó hielo seco para que se refrigerara. Todo se pagaba en pesos, nadie podía usar bolívares como medio de pago porque no había conexión con puntos de venta, y mucho menos internet para hacer un pago móvil.

      Entre viernes y sábado pasamos el tiempo con los vecinos en mi edificio. Jugando dominó y conversando, con la esperanza que algún día la luz llegaría. Ya cuando tocaba subir nuevamente a la casa yo anotaba en un cuaderno los detalles, incluso hice una entrada en mi blog personal sobre esa situación. El sábado al mediodía intentó llegar pero fue una explosión de un transformador cerca de mi casa, la espera se extendía

      El fin de semana prácticamente me la pasé sin batería, totalmente desconectado, hasta el domingo al mediodía que por fin llegó la esperada luz. Justo el 10 de marzo fue mi cumpleaños 22. Lo recibía a oscuras, pero en familia. Luego llegó y fue otra historia. Pero fueron 72 horas a oscuras. Se dice y no se cree. Solo espero que no vuelva a repetirse nunca más.

    • #26605
      Eddy Jaramillo
      Participante

      Una oscura soledad.
      Era 2019, marzo específicamente, lo recuerdo tan vivo porque ese periodo se aproximaba mi cumpleaños n°18. Me encontraba en la ciudad de Caracas, en ese momento estudiaba medicina en un lugar donde la información sobre nuestro entorno no llegaba con facilidad. Con las fallas eléctricas se sumaba la falta de agua, debido a que sin luz, la estación que distribuía el vital líquido a gran parte de la capital no funcionaba. La universidad tomó la decisión de darnos libre a todos, todos teníamos una sensación de angustia porque ¿a dónde podíamos irnos? La mayoría éramos de otras zonas de país y no teníamos lugar fijo en la ciudad. Por suerte, pude tener alojamiento donde un familiar, sin embargo, era yo sola en ese apartamento. Las noches eran muy oscuras y largas. En el ambiente solo se escuchaba el ruido de la autopista. La batería del celular había que rendirla para el momento que llegara una de señal porque comunicarme con mi familia que estaba en otro estado. Todos los días, se tornaba en salir temprano para conseguir alguna cafetería, panadería, local abierto para comer, y volver antes que la oscuridad tomara esa zona de la ciudad. Recuerdo que cerca de la residencia existe un pozo conectado a una tubería donde vecinos se ingeniaron para activarla y la comunidad creaba una larga fila para llenar botellones y envases para surtir de agua a sus hogares. Fue una semana complicada, llena de ansiedad y desesperación.

    • #26610
      Reybert Carrillo
      Participante

      Estaba en la sala de mi casa conversando con un amigo de la facultad. Le estaba mostrando las fotos de un perrito que acababa de rescatar de las calles. Primero hubo una fluctuación, la luz parpadeó titilante hasta apagarse. Eran como las 4 de la tarde. Mi amigo maldijo a Hugo Chávez, como de costumbre cada vez que se iba la luz, cosa frecuente en Mérida, y yo me uní mentalmente a la maldición. Él se fue y yo tomé un libro que estaba leyendo en ese momento, aprovechando la poca luz natural que quedaba. Pasaron las horas y la luz no volvió. Yo seguí leyendo con una vela.

      Pasaron los días y me refugié en el libro. Iba a la clínica veterinaria donde estaba Bingo, el perrito que había rescatado y que después se convertiría en un miembro más de mi familia, y leía durante la visita. Bingo comía lo que le llevaba y yo leía. Leía y pensaba. Pasaron más días y el miedo poco a poco me fue invadiendo. Sentí ansiedad, pero no dejé de leer. Bingo y aquel libro se habían convertido en mi refugio.

      Supe que la luz había llegado como al octavo día de haberse ido. Lo supe porque escuché un ruido esa mañana. A las 5, tal vez. Era mi tía que se secaba el cabello; el ruido del aparato me despertó. Pensé que era un sueño al principio, pero terminé de abrir los ojos y vi un destello muy tenue que venía del segundo piso, allí donde está el apartamento de mi tía. Confirmé el ruido del secador.

      Lo primero que hice fue tomar el libro para leer otra vez su prólogo. El libro es “Colapso: por qué unas sociedades perduran y otras desaparecen”, de Jared Diamond.

    • #26612
      Juan Daniel Ferrer
      Participante

      Esa luz vuelve ahorita…

      Marzo de 2019, recuerdo que iba llegando a Maracaibo, a casa de una prima, era donde me quedaba para poder terminar mi carrera universitaria, ya que viajar todos los días de Los Puertos de Altagracia a Maracaibo era agotador y costoso. Al llegar, me puse a hacer algo en la cocina, y justo cuando estaba terminando de ordenar algo, se fue la luz, mi expresión fue la de siempre, ¡Coño! ¿Cuándo será el día?. Terminé y me acosté un rato en el mueble a esperar, para ese momento no tenía celular, me informaba a través de la laptop. Hasta que pasaron 5 horas y mi prima nos informó que no había electricidad en el país, “Venezuela no tiene luz”. El ambiente literalmente se volvió oscuro y preocupante. Por esa noche no nos afectó tanto emocionalmente, hasta que al siguiente día la comida en la nevera comenzaban a descongelar. Imagínense vivir en un estado con 40 grado en la temperatura, el calor era infernal.

      Al segundo día la tensión aumenta, pues, nadie decía nada. Acompañé a mi prima a hacer compras en un Market en Delicias, la ciudad comenzó a comportarse extrañamente, cómo si se tratase de una película apocalíptica, nadie en las calles, solo grupos de delincuentes saqueando los supermercados y centro comerciales. Algo tremendo que viví, fue cuando ayudaba a mi prima a llevar la cesta de comida que había comprado, un grupo de personas nos comenzaron a seguir con machetes, palos y piedras para quitarnos la comida, por suerte un taxi pasó y nos ayudó a salir de la zona.

      Fuero días difíciles, no sabía nada de mí famila en Los Puertos de Altagracia, todo era complicado. La comida en la nevera comenzaba a oler feo, tomar agua fría era un lujo, el agotamiento físico y mental por las malas noches se sentían en nuestros cuerpos. Solo nos tocaba esperar, ser paciente y orar.

      • #26615
        Daiwerlyn Sánchez
        Participante

        Para marzo del 2019 cuando ocurrió “El Apagón” – hecho que quedó recordado de esa forma por los medios nacionales e internaciones – yo tenía 16 años. Recuerdo muy vagamente ese hecho porque cuando hago memoria, solo tengo pequeñas lagunas como la preocupación de mis padres por ver cómo preservaban los alimentos que necesitaban refrigeración, así como también esa ingenua idea de que “ya volvería la luz” puesto que, al estar en Táchira, era algo normal que ocurriera por las fechas, pero, esa llegada no ocurrió hasta siete días después de aquel 19 de marzo.

        Otra de las cosas que se albergan en mi memoria sobre ese tiempo, era el ver cómo los vecinos de mi urbanización intentaban realizar diferentes actividades para que los más pequeños se distrajeran de la situación, mientras que a sus espaldas, solo los mayores se convidaban uno con otros dándose consejos de cómo preservar las carnes con sal, ya que nadie sabía cuánto iba a durar este inesperado suceso.

        Estoy consciente de que quizá pasaron más cosas, sin embargo, en la actualidad, le pregunto a mi mamá y a mi hermana si tienen alguna otra memoria de ese tiempo, pero, creo que tanto ellas como yo hemos bloqueado inconscientemente esos recuerdos con respecto a los siete días sin luz.

    • #26631
      Daniela Chacón
      Participante

      El mega apagón: días largos y llenos de incertidumbre
      En Táchira y sobre todo en Capacho los cortes eléctricos son más frecuentes. Aquel 07 de marzo de 2019, cuando se fue la luz, en mi casa, dijimos: “Bueno, se había tardado”, pero al pasar las horas y ver que el suministro no llegaba comenzamos a suponer que era una falla en la subestación principal que surte energía tanto a Capacho Viejo y Nuevo, pero no fue así…
      Entre los vecinos nos preguntábamos ¿Alguien sabe qué pasó?, algunos decían que fue un daño en la estación principal, otros que era un apagón en solo cinco estados del país, incluso decían “Seguro va caer el régimen” y así informaciones no confirmadas, iban y venían.
      Recuerdo que a mí me faltaba poco para comenzar a estudiar el tercer año de Comunicación Social en la ULA Táchira y pensaba “siempre que voy a comenzar la universidad se agudizan los cortes eléctricos, no sé qué voy hacer”. Mientras tanto, daba tareas dirigidas en mi casa, pero a oscuras no podía.
      Pasó el primer día y la luz no llegaba. Los teléfonos ya no tenían carga y las linternas tampoco. Cuando salí al centro de Libertad a ver qué pasaba me di cuenta que los establecimientos no podían pasar punto de venta y para ese año no había tanta fluidez de pesos colombianos en la calle y los bolívares en efectivo no se lograban conseguir, es decir, no se podía comprar nada.
      Los negocios tuvieron perdidas increíbles, incluso algunas proteínas y verduras que estaban en la nevera de mi casa se dañaron.
      Con mi familia conversaba cómo hacían las personas que no tenían gas doméstico, en mi casa, por suerte durante esos días aun nos quedaba gas. En mi mente pensaban muchos escenarios, era difícil no angustiarse. Fue difícil ver cómo se paralizaba el desarrollo de un país.

    • #26632
      Pahola Villasmil
      Participante

      Mi experiencia en el apagón de marzo 2019

      Lo que comenzó como un “apagón acostumbrado” en Maracaibo se convirtió en una de las experiencias más impactantes de mi vida: el apagón nacional de marzo de 2019. Era alrededor de las 6.00 de la tarde, y mientras reunía los ingredientes para preparar unas mandocas, decidí ir a un abasto que está en el sector Las Tarabas, al norte de la ciudad, en busca del queso chillón ideal. Justo cuando estaba a punto de salir, la luz se fue. Pensé que regresaría pronto, así que seguí mi camino con la esperanza intacta de que llegaría pronto. Sin embargo, al llegar a la tienda, la falta de electricidad había paralizado los puntos de venta; no pude completar mi compra.

      De vuelta en casa, cené y esperé pacientemente, convencida de que la electricidad regresaría en cualquier momento. Al día siguiente, decidí ir y refugiarme en el apartamento de mi abuela, localizado en el sector Cuatricentenario. Quería estar con mi familia mientras atravesábamos juntos esta pesadilla. Los días pasaron, y la falta de electricidad comenzó a mostrar su impacto: los alimentos en la nevera empezaron a descomponerse. Antes de que el olor se hiciera insoportable, decidimos cocinar todo lo que pudiese dañarse. Esa rutina de cocinar y compartir comidas nos mantuvo ocupados.

      A medida que las horas se convertían en días, me encontré ingeniándomelas para pasar el tiempo. Jugábamos a juegos de mesa, conversábamos más de lo habitual, y seguíamos esperando que la luz regresara. Pero el tercer día, el panorama se tornó más complicado: los saqueos comenzaron. Los negocios de los alrededores, desde supermercados hasta charcuterías, fueron saqueados por la desesperación de la gente.

      En la noche del cuarto día, finalmente ocurrió algo diferente. Desde el pasillo de mi apartamento, vi cómo las luces empezaban a encenderse a lo lejos, precisamente en el municipio San Francisco del Zulia. Pese a ese pequeño alivio, seguimos esperando unas horas más, hasta que, por fin, alrededor de las 11.00 de la noche, llegó la electricidad y pudimos ver la claridad ante tanta penumbra.

    • #26635

      En Maracaibo, ese día parecía ser uno de los tantos apagones que vivíamos. Regresaba de la tienda cuando escuché las quejas de los vecinos: “¡Ay, se fue la luz!”. Al pasar, pregunté: “¿Otra vez?”. Y me respondieron con un total desánimo. Llegué a mi casa y nos percatamos de que ni señal telefónica teníamos. Era un poco raro, pero en un plazo de 4 horas, los vecinos se reunieron para compartir rumores. Decían: “Son varios estados”, “Parece que no es racionamiento”. La falta de comunicación causaba desesperación. Mi mamá acostumbra siempre hablar con mi abuela y ese día no pudo. Desde entonces, el entorno no fue agradable. La primera noche dormimos dentro de la casa, creyendo que regresaría en la madrugada, y no fue así. Cuando amaneció, ya el segundo día, algunos familiares o vecinos que habían viajado y regresaban mencionaron que fue en todo el país. Se creó un poco de rechazo a la idea de que en todo un país se iría la electricidad y ni siquiera podríamos saberlo. Esa tarde llegó la señal telefónica. Ya los teléfonos, un poco descargados, lograron contactar a mi abuela y, efectivamente, estábamos pasando por el “apagón nacional”. Y aunque la mayoría no perdía la fe en que llegaría ese mismo día, se hizo tarde y volvimos a descansar con un poco de esperanzas, pero la madrugada del tercer día no llegó. Mi mamá intentó hacer todas las carnes que teníamos ese día. Los teléfonos, ya descargados, y la señal regresaba solo dos horas diarias y aceptamos que “esto va pa’ rato”. Así que, ya no aguantando el característico clima del Zulia, tomamos acción y sacamos un colchón con un mosquitero que un amable amigo nos prestó, haciendo la instalación en el porche de la casa y limpiar muy bien, pasamos la primera noche afuera. Pero durante el día ya no se podía tomar agua tan caliente y los teléfonos ya no encendían. No teníamos que comer más que arroz con mantequilla, pero los vecinos nos avisaron que iban a vender todo a mitad de precio en el centro del pueblo, absolutamente todo, o quizás hasta más económico, y nos fuimos la mayoría a comprar. Fueron colas y colas, los comercios olían terrible, pero igual no podíamos llevar mucho. Al llegar a casa, mi mamá hizo la mayoría de las cosas que compramos, pero dejó algunas. El tercer día logramos cargar los teléfonos porque un amigo nos visitó y su carro nos prestó para cargarlos. Así nos comunicamos y, por mis tíos en el exterior del país, nos mandaron la noticia y todo era aún más caos. Antes del anochecer, hicimos “mechurrios” caseros para no pasar la noche tan oscura. La mañana del cuarto día buscamos resolver tomar agua fría y fuimos a comprar hielo en una empresa pesquera muy popular en el pueblo y muy grande, que contaba con una planta eléctrica que se escuchaba hasta mi casa. Pero cuando llegamos allá, habían más personas en la entrada, pero un grupo de tres chicos que trabajan ahí, un poco asustados, pedían las embases para darnos el hielo. Ni siquiera les permitían abrir esa puerta, lo hicieron mientras estaban encima del portón. Nosotras íbamos por hielo para preservar algunos alimentos y tomar un poco de agua fría, pero muchas personas iban porque debían mantener medicamentos en una temperatura fría, o por lo menos no tan caliente. Los chicos regalaron el hielo, no aceptaron el dinero, y a nosotras nos dieron dos. Pero vimos a una señora llorar de lo agradecida que estaba por el hielo que le dimos uno de los nuestros. Ni la conocíamos, pero nos abrazó, nos dijo que era para medicamentos. Entonces, nos apuramos en llegar, lo intentamos preservar con sal también, pero no duró mucho. Se hizo tarde y dormir en un colchón mi mamá y yo no era tan cómodo. Entre muchos objetos encontramos una carpa (sí, de esas para acampar), la armamos y metimos dos colchones ahí. Teníamos suficiente espacio. Escuchamos que ya estaban trabajando en lo que falló y causó eso, así que logramos tener paz. El quinto día escuchamos que estaba regresando en algunas partes, pero esa tarde aún no llegaban. Fuimos en busca de más hielo, pero al “terminal de pasajeros”, que también es un muelle y llegaban las cavas y regalaban “escarcha”, era frío, así que nos servía. Los otros dos días (porque en mi región duró 7 días en llegar) nos habíamos acostumbrado a esa rutina. Leí más de lo que pensé que podría y descubrí libros muy buenos del librero de mi casa y limpiamos más de lo que se hacía. También pasábamos la tarde en el frente de la casa y entre los vecinos nos visitábamos, aunque sea para compartir un poco de café. Los muchachos jugábamos UNO, los adultos dominó. Fueron días difíciles, pero como dice mi mamá: “los venezolanos no sabemos estar tristes”.

    • #26636
      Víctor Segovia
      Participante

      El 7 de marzo: Cuando la oscuridad cayó sobre nosotros

      Era una mañana como cualquier otra. El sol amanecía sin prisa, bañando mi hogar con una luz que, en ese momento, parecía eterna. Me levanté para cumplir con mis rutinas, como todos los días: visitar a mi mamá, asegurarme de que mi familia también estuviera ocupada con las suyas. Nunca sospeché que ese día marcaría el inicio de algo mucho más grande, un desafío que pondría a prueba no solo a mi familia, sino a un país entero.Al principio, el apagón no nos inquietó. Ya estábamos acostumbrados a los cortes eléctricos frecuentes. Pero cuando pasaron 24 horas y los rumores de un “apagón nacional” comenzaron a circular, el aire se llenó de incertidumbre.
      Nuestros teléfonos pronto se convirtieron en reliquias inútiles, agotados y sin manera de recargarlos. La comunicación desapareció, y el miedo comenzó a arraigarse. Los días pasaban lentamente, y la realidad nos golpeó con fuerza: los negocios cerraron por temor a saqueos, y nuestras provisiones en casa eran insuficientes para sobrevivir. La desesperación rondaba en cada esquina de mi comunidad, pero algo inesperado también surgió entre la penumbra: solidaridad.
      Las cercas que alguna vez dividieron se convirtieron en puntos de encuentro. Compartíamos lo poco que teníamos: una bolsa de arroz, un puñado de café. En los porches y bajo las matas de los árboles, la comunidad comenzó a renacer. Las botellas de refresco rellenas de agua y envueltas en toallas húmedas colgaban de las ramas, un intento por preservar algo de frescura en medio del calor. Algunos vecinos conservaron lo poco que les quedaba de alimento añadiendo sal para que no se echara a perder. La escasez de agua se sumaba a la falta de luz, complicando aún más nuestra existencia, pero también mostrándonos nuestra resiliencia.

      Las miradas de mis padres lo decían todo: una mezcla de preocupación y tristeza por no saber cómo íbamos a sustentarnos. Aunque había algo de dinero en la cuenta, era inútil. La falta de señal nos había dejado aislados, prisioneros de nuestra propia impotencia.La tensión en la comunidad alcanzó su punto de quiebre al tercer día. Los gritos de desesperación rompieron el silencio cuando un grupo de personas, impulsadas por el hambre y el miedo, irrumpió en la panadería cercana. Desde mi ventana, podía ver cómo los vidrios estallaban en mil pedazos, mientras una marea humana se abalanzaba sobre todo lo que encontraba: alimentos, bebidas, incluso electrodomésticos. Me llenó de horror descubrir que el primer saqueador había sido,irónicamente, el policía de la comunidad, llevándose consigo una nevera y una unidad de aire acondicionado.
      Mi cuerpo temblaba mientras corría al cuarto, buscando refugio en el rincón más oscuro. Lloraba desconsoladamente, con el corazón oprimido por el terror de que las fuerzas oficiales respondieran con violencia indiscriminada. Afuera, el caos crecía; los gritos y el estruendo me hacían sentir que el mundo se desmoronaba. Era doloroso mirar cómo nuestra comunidad, un lugar lleno de vida y unión, se desvanecía entre la desesperación.
      Cerca de mi casa, el hambre era un visitante ineludible. Había hogares donde los alimentos se habían agotado por completo, y lo poco que algunos tenían era racionado con sumo cuidado. Muchos niños corrían hacia una mata de mango, buscando en su fruto un alivio momentáneo. Mientras tanto, un comerciante cercano, movido tanto por compasión como por necesidad, ofreció un trato peculiar: entregaba artículos esenciales a quienes dejaran algo de valor como garantía. Cadenas de oro, televisores, celulares, incluso cédulas de identidad eran intercambiadas por paquetes de alimentos, todo bajo la promesa de que, cuando la electricidad regresara, se saldaría la deuda y los objetos serían devueltos.Era una escena que combinaba lo peor y lo mejor de la humanidad: el egoísmo y el saqueo enfrentados a la generosidad y la solidaridad.

      Un freezer, un símbolo de esperanza

      En medio de la incertidumbre, surgió en nuestra un rumor que en mi casa hay un freezer con suficiente hielo para guardar agua. En cuestión de horas, empezaron a tocar la puerta personas que jamás habíamos visto o que apenas habían cruzado palabra con nosotros antes. Pedían el favor de almacenar sus alimentos o botellas de agua, y aunque la situación era un tanto cómica, también se convirtió en una fuente de gratificación para nosotros. No había electricidad, ni recursos, pero esa humilde máquina se transformó en un punto de unión. Sin decir una palabra, el freezer, con sus silenciosos cubos de hielo, nos enseñó algo poderoso: incluso los actos más pequeños pueden significar mucho en tiempos de crisis.
      Eventualmente, la electricidad empezó a regresar, primero a sectores lejanos. Escuchábamos rumores de luces que volvían solo para apagarse minutos después. Cuando finalmente llegó a nuestra comunidad, lo celebramos como un respiro largamente esperado, aunque la alegría duró poco. En cuestión de minutos, la luz volvió a irse, y la espera continuó hasta el día siguiente, cuando por fin el servicio se restableció de manera más constante.
      Desde entonces, cada vez que llega este mes, sentimos el eco de aquella experiencia. Muchos lo llaman “el mes que nos trata con violencia,” pero para mí, también es un recordatorio de nuestra fortaleza. Porque a pesar del miedo, la desesperación y la penumbra, demostramos que, en los momentos más oscuros, la humanidad tiene una forma de brillar.

    • #26640
      Gabriela Maza
      Participante

      Ese apagón del 2019 lo viví fuera de las fronteras venezolanas, pero eso no significa que no me afecto. En ese momento vivía en Popayán, Cauca en Colombia. Estaba radicada allí desde hace casi un año y la comunicación con mis familiares en Venezuela era constante, sin embargo ese día el “buenos días mi linda” de mi papá nunca llegó. Pasó la hora del almuerzo y decido escribir por un grupo familiar llamado “La Casita” y los mensajes no eran leídos, comienzo a escribirles a cada uno a sus teléfonos celulares pero el mensaje no llegaba, permanecía un solo chulo en WhatsApp. Es allí donde comienzo a leer noticias donde expresaban que Venezuela estaba sufriendo un apagón masivo en sus 24 estados y entre los más afectados estaba el Táchira y ahí comienza mi angustia. Vi a través de las redes sociales como regalaban comida descongelada por miedo a que se dañara, también vi como muchos paisanos alquilaban 5 minutos de red wifi o carga telefónica para que estos pudieran comunicarse con sus familiares en el exterior. Debo decir que compre alrededor de 8 planes de minutos internacionales y llamé en reiteradas ocasiones al número local de mi familia y ni siquiera repicaba hasta que, en un momento dado entra a mi número celular una llamada de un numero colombiano desconocido, al contestar “Aló”…. “Mami linda!”, reconozco esa voz y grito: ¡Papá!, inmediatamente mis ojos se llenan de lagrimas y comienzo a preguntar ¿Cómo están? ¿Qué hicieron? ¿Cómo está todo allá?.

      Mi papá muy tranquilo me cuenta que viajaron a la frontera, en Cúcuta para alquilar un teléfono, un famoso “minutero” para avisarme que estaban bien, que ciertamente no había establecimientos abiertos y tenían poca comida en su nevera. Al hablar con mi mamá pude notarla muy nerviosa pues el estar incomunicados y en una situación que se desconocía cuando iba a acabar podía alterar un poco su susceptibilidad. Al hablar, se calmaron y yo me calme con ellos y me sentía tranquila al saber que pudieron hablar conmigo para hacerme saber de ellos.

      Una hecho icónico que no viví a carne propia pero me afecto muchísimo y no puedo llegar a imaginar quienes lo vivieron 3 días seguidos y en condiciones limitantes. Sin duda alguna un hecho que marca la historia de Venezuela y es imborrable para quienes fueron protagonistas de ella. 4

    • #26818
      Mariana Rodríguez
      Participante

      No es la primera vez que hago el ejercicio de intentar recordar cómo viví El apagón. Sin embargo, por cuenta propia, se me hace muy difícil encontrar mayores detalles en mi memoria. Debo admitir que, leyendo los mensajes anteriores, puede traer a la luz algunos fragmentos de mi vivencia de este suceso.

      No sé el día ni la hora exacta en la que comenzó todo. Tampoco cuándo acabó. En marzo de 2019 recién había terminado mi segundo semestre de la universidad, así que estaba de vacaciones. Según comentó Abelardo más arriba, en Ciudad Guayana, donde vivo, la electricidad se cortó en la mañana. Así que probablemente estaba durmiendo.

      La vida en este tiempo se se redujo a lo primario: sobrevivir. Lo poco que teníamos en la nevera que se podía dañar lo cocinamos en casa de una vecina que tenía gas. Los otros días ella nos compartió de lo que preparaba. Gastar agua era un lujo. Durante el día leíamos y por las noches charlábamos. Una noche la pasamos en la casa de mi abuela. Quizás ese sea el único recuerdo vívido de ese tiempo. Recuerdo estar junto a ella, mi mamá, mi tía y algunos vecinos sentados en el jardín del edificio. Recuerdo mirar al cielo y encontrarme con tantas estrellas que hasta me pareció bonito.

      En mi ciudad no duró muchos días. Tengo la percepción de que fueron menos de cuatro. Cuatro días de mucha angustia y desconcierto. Por los alimentos, por el agua, por el dinero en efectivo que se acababa, por los familiares con los que no podíamos comunicarnos. Porque todos alrededor se sentían así y daba miedo.

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